
Por un instante te dejé crecer en mí, semilla inmunda. Por un instante bajé la guardia y te me hiciste carne. Por un momento tu voz se hizo mía. Por un momento, sólo un momento.
Creí ver en sus ojos el universo que me hábíasido negado, creí tener el horizonte al alcance de la mano. Pensé que quizás, esta vez...
Te dejé crecer en mí, estúpida esperanza, y retrocedo con espanto al ver que en sus ojos ya no hay nada para mí. Porque lo he matado y en su corazón, sólo dejé tierra arrasada.
Pensé que quizás... pero no. Debo seguir purgando mi condena. Y despacio, despacito me alejo caminando hacia atrás por la cornisa. Repitiendo en voz muda que la esperanza ya no es para mí.
Y me merezco que intente sembrarla, merezco el tormento. Mil veces lo gané.
Estúpida.
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