La vida gira cada vez más rápido y el último replanteo no hace más que interrumpir al anterior... Constante ir y venir de ideas. Morirse a cada segundo para volver a nacer y agonizar nuevamente... En este momento no puedo decir ni mi nombre, no sé quién seré dentro de diez letras.
No importa por qué, no les voy a contar, extraños, por qué el miedo me atravieza el alma y me quiebra la voz. No van a saber que mi alma pende de un hilo y que en los próximos días puede definirse cada segundo de mi futuro. A todo o nada. La felicidad o el abismo.
Trepada a la cima de mis fracasos, contemplo hacia un lado y el otro y no sé para qué tengo los pies. Más de una vez me dijiste, ingrato, que estaba loca, que no era apta para esta vida, que no vivía en esta realidad... y ahora veo que tenías razón. No me vas a leer, lo sé. Ni siquiera la curiosidad te lleva a leer mis líneas, pero tenías razón. No puedo hablarte porque te tengo enfrente y gritaría si me quedara un sólo grito en la garganta. Te tengo enfrente y sólo querés que me vaya, pero tenías razón. No soy apta para esta sociedad, para este puto mundo enfermo que insiste en atarme los pies a esta moral burguesa y retorcida que sólo sabe de pisotear sueños. Ahora soy madre, se supone que tambien soy adulta, se supone que debo ser conciente, responsable, confiable... Pero no.
En este momento tengo el alma en carne viva, las tripas revueltas, el sueño invertido y una total necesidad de que alguien me abrace y me diga que no importa, que estoy loca pero que igual me quiere.
No puedo creerlo, pero estoy pidiendo eso: Que alguien me abrace y me quiera un ratito.
Tengo mucho rato fingiendo que soy fuerte y puedo con el mundo, será por eso que cuando escribo siento que es sólo para mí y no me asusta brindarme, decir lo que realmente pasa bajo esta piel, en este corazón que ya está podrido de latir.
Como sea, necesito un abrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario