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De más está decir qué fué lo que pasó...
Orgullosa estaba de haber llegado a mis primeras doce horas sin una pelotudéz y de golpe Páfate! todas las pelotudeces habidas y por haber salen inconteniblemente de mi boca como una catarata de imbecilidad...
Es así... Debo aceptar ese lado pelotudo de mi caracter y aprender a ser felíz con él.
Y sí no les gusta, digánmelo en la cara (pero hay que sacar turno je).
Además no es tan malo, a Cortázar le salían conejitos de la boca y tenía que andar escondiendolos, en serio, lean un poco. Por lo menos mis burradas se diluyen en el aire y se esconden solas en el recuerdo de los demás (oh! no, que cagada!).
Como sea, no me curé.