
Ah! me olvidé de contar. En Atalaya sucede algo raro. En las noches de carnaval todo nuestro dolor se escapa de nuestro cuerpo en cada gota de sudor y se va a morir a una estrella lejana que hace tiempo olvidamos cuál es.
Y noche a noche la alegría nos contagia y nos conecta. Y por eso estoy mejor. Nos pintamos la cara pero no la sonrisa, porque esta brota de nuestros corazones cada vez que miramos a nuestro pueblo a los ojos y lo vemos ser felíz. Yo no sé si se entiende. Si se comprende que esta gente en comunión me limpia el alma. Pero es así. Me hacen bien. Y a todos, a la vida, al cosmos le hacen bien. No se puede pensar otra cosa de un grupo tan grande de gente trabajando de enero a enero por ser felíz. Y por brillar.

Cada año se termina recién la última noche de Carnaval, en un calendario distinto. El microcosmos de Atalaya nos envuelve y de verdad sentimos así. Todos. El año que pasó no se fué todavía. Lo estamos echando noche a noche. Y noche a noche seguimos pariendo la ilusión de un 2008 que todavía no empezamos a gastar. Porque va a empezar con los fuegos artificiales de la última noche de este carnaval que nos llena el corazón de energías para luchar contra la rutina y el hastío que nos trae este horrible deber de ser adultos. Pero por ahora, me voy a bordar un poco más mi caderín, porque mañana a la noche me toca brillar, me toca ser parte de esta magia que nos vuelve parte del aire y nos deja ser. Felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario