
Ama, Ama... ¡Como extraño a aquellos que fuimos, con nuestros cafés interminables y la mirada gris!!! Como extraño sentirme inmortal caminando sobre el mundo de tu brazo. Las tardes en Cliford o en Jonathan, tu inteligencia, tu humor ácido, tu suspicacia y esas maneras de poeta misero... Pero las hadas que le daban ese brillo al mundo murieron de suscesivos infartos, la inflación se llevó los sueños y el reloj que corre y corre estalló frente a mis ojos y me dejó ciega para la poesía de los días que voy perdiendo.
Soy la misma Amadeo, soy la misma pero ya no tengo corazón. Me lo olvidé en algún bar, alguna noche de frío. A veces, de entre las primeras canas, de entre las últimas heridas, crece un brote de aquella que latía bajo los tilos de tu ciudad, pero no. Le pego dos cachetazos, le apreto muy fuerte la garganta y la obligo a morir. Soy mamá, estoy sola y no puedo llorar como antes. El mundo, Santiago y yo. Y si debo hacer lo que el mundo diga para que Santiago no me vea llorar, no me va a importar que me llamen Frívola, Psicópata o Chancha con Triquinosis... No importa Ama, tengo razones para seguir, mis mecanismos para aguantar pueden ser raros, difíciles de entender y pueden parecerte frívolos, sólo recordá quién soy. Recordá que vos sos de "los de adentro", de los que no tienen que comprar el paquete que le vendo al resto. Recordá que el personaje que inventé con la estola de plumas y la actitud de "legalmente rubia" es para los demás, no para vos, mi hermano de invierno, mi caballero gris, mi ángel de polvo. Soy la misma Amadeo, sólo que cansada y apaleada, pero soy la misma, no te olvides que sos de los que saben mirar.
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